miércoles, 9 de abril de 2025

Por amor al arte

Del arte nos admira la belleza, la perfección técnica, la armonía, el ingenio… Pero eso no es lo que más conmueve.
Lo que nos impacta es la inmediatez, la entrega, la presencia completa e incondicional del artista a través de la obra. Lo que nos conmueve del arte es, en definitiva, el amor.

Esa oleada de amor que exhalan las grandes obras es lo que nos hace rendirnos a su hechizo. Su capacidad para lanzar una flecha triunfante al corazón, para hacernos sentir que el mundo es más hospitalario y que hay en él fogonazos de felicidad: eso es lo que hace que una obra sea eterna y que su autor nos parezca un gigante. La emoción es siempre la que manda, y una obra de arte es un prodigio del don de emocionar. 

El carácter íntimo del acceso al arte es lo que hace nuestro juicio subjetivo, estrictamente personal. El valor de las creaciones es, en primer término, el que tienen para uno y dentro del universo de uno. El alma del autor volcada, desnuda y palpitante, en el espíritu del espectador, abrumándole de intensidad y de autenticidad: de amor. Hay que reivindicar la prioridad de ese acceso directo, esa dimensión ética de la estética. 

¿Será, entonces, que no existen genios universales? Existen: del mismo modo que hay quien enamora, quien conquista, quien cautiva a casi todos.  

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