Antes de que llegara la moda, algo simplona y dogmática,
del pensamiento positivo, la sabiduría popular ya había inventado consignas
frente a la pesadumbre. Este viejo refrán siempre me ha acompañado y me ha dado
fuerzas, no sé si por su afable invitación a la entereza o por su quijotismo. O
porque lo decía mi abuela.
Me inspira respeto: a través de él no
me hablan gurús baratos ni ilusionistas artífices del universo, sino la sabiduría
antigua y serena de los viejos que, retirados ya del mundo y en espera de
abandonarlo, se sientan a contemplarlo en los bancos de las aceras. Ellos son
los verdaderos héroes: sobrevivieron a guerras y hambrunas, y al largo desgaste
de la vida, y aun así nos sugieren encararla con buen ánimo. Con su punto de fatalismo,
no nos prometen una felicidad ilusa y facilona. Se limitan a sugerir que aguantemos,
que nos apoyemos en las fuerzas que nos queden cuando todas parecen abandonarnos,
y que le repliquemos al mundo que seguimos en él, con todas las consecuencias y
a sabiendas que, en definitiva, será por poco tiempo y con un mal final.
Así
imagino el buen vivir: no a salvo de la tristeza, sino sobrellevándola con un guiño
que proclame que nos queda (aún) intención de resistir. Como cantaba Silvio, quedamos
los que puedan sonreír.
Feliz cumpleaños!! Que sea un año de plenitud, armonía, sinergia, felicidad...
ResponderEliminar...Y que no nos falte (a nadie) buena cara que ponerle al mal tiempo. ¡Muchas gracias, de corazón!
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