Schopenhauer envejeció siendo un cascarrabias y se consagró como icono del pesimismo. Sin embargo, hizo algo poco habitual: puso la filosofía al servicio de las personas, y usó su fina inteligencia para buscar verdades que nos ayudasen a sobrellevar esa verdad absoluta, incontestable, que es el dolor.
No esperaba mucho de los demás: «A veces hablo con los hombres como el niño con sus muñecos». No obstante, era sensible a su sufrimiento: «Nadie se halla nunca demasiado lejos del estado en que tomaría de buen grado una espada o veneno para acabar con su vida». Hubiese querido amar, pero no le salió: «Estaba yo muy inclinado hacia ellas, faltaba solo que ellas también se hubieran interesado por mí».
Tampoco esperaba mucho de la vida: «Carece de genuino valor intrínseco; la mantienen en marcha tan solo el deseo y la ilusión». Aun así, nos legó buenos consejos: «El más feliz será aquel que… consiga admirarse a sí mismo con sinceridad».
Nos avisó de que estamos sujetos a fuerzas irracionales que no controlamos, sobre todo la voluntad de vivir. El dolor va incluido: no queda sino resignarse y contar con él. Esperar poco y refugiarnos en lo sencillo: «Una mirada que vea ponerse el sol desde una cárcel igual que desde un palacio. Esa mirada es lo que hay que desear, y nada más».
Mi personal truco para conseguir esa mirada hacia la vida, el de vivirla sin más, consiste en observar a los animales. Observarlos desde un estado de respeto y calma, como si fueses en cada momento uno de ellos, perteneciente a la especie que estés observando. Así, y desde la admiración que innatamente me producen. Me genera entonces ese estado de paz interna que en ningún otro lugar he sido capaz de encontrar.
ResponderEliminarA veces me voy a pasar el día paseando por el Zoo, y siempre se me hace corto. Me siento a reflexionar frente a los chimpancés, los observo durante tiempo y los veo como si fuésemos nosotros hace millones de años. Me estremece esa sensación. Y entonces me invade un pesimismo respecto a nuestro "progreso". Todas las cosas que habría que tener en cuenta si quisiese analizar nuestro "progreso", se ven reducidas a lo que siento al observarlos. Paz en ellos y equivocación en nosotros.
Estoy de acuerdo, pero, precisamente por eso, creo que también merecemos una mirada compasiva. Los animales están más cerca de la naturaleza, viven inmersos en ella, no han dado nuestro paso (durísimo y sin vuelta atrás) de diferenciarse a sí mismos. Los humanos seguimos siendo animales, solo que condenados a la conciencia y (como decía Sartre) a la libertad. Misericordia para todos...
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