martes, 28 de diciembre de 2021

Las flores de la edad

Conocí a uno que solía tener tanta suerte que casi le molestaba
(aunque a los otros aún nos molestaba más). «¡Si es que yo nací con una flor en el c…!», solía cacarear; y hasta esas petulancias, que en cualquiera habrían parecido detestables, a él se le reían.


Disfrute cada cual las flores allá donde le crezcan. El tiempo no me ha servido para resolver el enigma de las personas agraciadas, pero sí para que me importara menos el hecho de no serlo yo. Admito que no lo tengo superado en asuntos como las mujeres y ese don maravilloso de dormir bien pase lo que pase, pero incluso en esas cosas los benévolos años nos ayudan: el deseo muerde con menos fuerza, y la frustración hace menos mella a medida que uno se ejercita en perder. Y en cuanto a las preocupaciones, uno va comprendiendo, como dijo aquel, que casi todo es grave, pero no serio. 

Ver cómo el otoño de la vida acorta los días hace que cada jornada tenga más sabor, y a la vez resulte menos decisiva. El mañana pierde densidad, y el ayer se impregna de la amable nostalgia de lo huido. Entonces uno puede hacer aquello que aconsejaba el epicúreo romano Horacio: desistir de lo perdido y coger la flor del día. Y uno piensa que, después de todo, la vida no le ha ido tan mal si le ha traído algún perfume.

2 comentarios:

  1. A mi también me gusta ir recogiendo florecillas de tanto en tanto. Un texto delicioso

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  2. Claro que sí, de recoger florecillas se trata... Cada ocasión (o casi) tiene su alegría. Gracias por tus comentarios. Feliz año.

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