viernes, 18 de febrero de 2022

Precaria voluntad

Queremos creer que nuestros actos son fruto de nuestra voluntad
, y sin duda hay voluntad en la mayor parte de ellos (incluso voluntad no del todo consciente), pero no tanta, o no tan decisiva, como pretendemos.


Al menos no voluntad propiamente nuestra, de ese que consideramos nosotros, de lo que identificamos como sujeto de la voluntad y que en realidad es a menudo más bien su ejecutor. Seguramente a eso se refería Foucault al afirmar que «el hombre ha muerto»: hoy lo que se tambalea es el sujeto cartesiano, esa individualidad que se creía dueña de sí misma, de sus pensamientos y sus actos. 

El psicoanálisis ya nos sugirió la inmensa complejidad oculta en nuestro ser, en sus motivaciones y su torbellino de fuerzas interior, ese iceberg del cual el Yo es solo la punta. Las ciencias biológicas y humanas han ido desarbolando cada vez más la supuesta consistencia compacta que se atribuía a la identidad, mostrando hasta qué punto lo que somos ―lo que pensamos, lo que sentimos, lo que hacemos― está condicionado por tensiones e influencias, desde dentro y desde fuera, desde los genes y desde el ambiente. En definitiva, cada persona es mucho más que ella misma, o bien mucho menos ella misma de lo que cree ser, y las henchidas velas de la voluntad están atravesadas de remiendos.

2 comentarios:

  1. El yo (la identidad) como superstición humana... como nuestro cuerpo creó la ficción de ser algo inmutable, causa de "nuestra" voliciones.

    <gran tema!!

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  2. Una superstición, supongo, inevitable, pero que hay que cuestionar continuamente, dada nuestra tendencia a creérnosla...

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