Hay algo arduo en el aprendizaje de los afectos (¿inteligencia emocional?), y no solo porque en ellos nos juguemos lo más importante. Los afectos son el color de la vida, la fuerza motriz que nos impulsa en la débil brisa y que nos sostiene en la tormenta. Si la complejidad de las relaciones se vuelve problemática no se debe tanto a ellas como a nuestra propia torpeza.
Los psicólogos lo han convertido en lugar común, pero tendemos a olvidarlo: la base del manejo de la afectividad, y el armazón de nuestro desenvolvimiento en las relaciones, se fundan en la infancia, justo cuando somos dependientes, y todo es más delicado, y nos faltan perspectiva y criterio… Esos cimientos rudimentarios condicionan sin remedio todo lo que viene después: tal vez a lo largo de la vida podamos cambiar algunas cosas, pero difícilmente las esenciales. Hasta cierto punto, estamos atrapados en lo que la infancia hizo de nosotros. Curioso rasgo de la condición humana.
Pero las limitaciones no tienen por qué detenernos. Sartre nos anima a seguir eligiendo. La psicología se centra cada vez menos en descifrar el pasado y más en transformar el presente. Hay cosas que será tarde para cambiar, pero nunca está dicha la última palabra. Aprovechemos esa ambigüedad para insistir.
"sartre nos anima a seguir eligiendo". Eligiendo en base a qué condicionamientos y necesidades psico-emocionales? La libertad de elección no es ninguna realidad, como pregonaba Sartre y todos los teólogos cristianos desde hace 2.000 años, sino un sentimiento o sensación: tengo la sensación de hacer algo sin impedimentos, por qué sale de mí, etc. lo único que podemos decir sobre esta autopercepción es que, como todas las sensaciones y sentimientos la de elegir libremente no es más que una ficción psicológica. Y de esto se aprovechan todos los publicistas, ideólogos y propagandistas, etc.
ResponderEliminar¡Con la libertad hemos topado! Un honor discrepar y un gusto debatir.
EliminarTodas nuestras experiencias psicológicas son ficciones, empezando por la percepción misma, que es una reconstrucción de los estímulos condicionada evolutivamente. No veo ningún problema en que la libertad sea también una ficción, como tampoco disfruto menos de un cuadro porque sea una composición cerebral de un conjunto de manchas.
Mi experiencia personal es que, dentro de unos límites y condicionamientos, no solo puedo elegir, sino que no tengo más remedio que hacerlo. Por eso me esfuerzo por elegir "bien" -insisto: en la medida en que puedo escoger, y a menudo sin plena conciencia de por qué opto por una cosa y no por otra-, y asumo la responsabilidad -¿a quién voy a achacársela?- cuando elijo "mal". También ese bien y ese mal son todo lo discutibles que se quiera: por eso la ética no es una ciencia exacta.
Lo que veo:
ResponderEliminarLa libertad existe como sensación, como el frío o los colores o los sonidos, el dolor o la felicidad. No son realidades éticometafisicas que existen por sí mismas y regulan la realidad desde lo incógnito, como pregona Sartre en connivencia con toda la teologia de liberación cristiana de los últimos 2000 años, sino emanaciones psicológicas nuestras por así decirlo.
No resulta absurdo afirmar: el dolor y la alegría existen propiamente en el mundo y nosotros
los podemos captar mediante nuestra sensibilidad e inteligencia. Pues con la libertad, sucede lo mismo.
Dicho esto, no es que esté a favor o en contra de la libertad, como si tuviera sentido estar a favor o encontra del frío, el dolor o la felcidiad, es que simplemente es una realidad completamente artificial, maleable, manipulable y dirigible. Lo veo y lo empleo a diario, así que lo tengo tan enraizado.... que me tendrían que dar evidencias muy fuertes en contra.
Los que entienden un poco de psicologia humana siempre lo han tenido sumamente clarísimo: la mejor forma de dominar y someter a alguien es creándole la sensación de que cuanto "le llevamos" a hacer lo hace libremente.
¿qué sucede aquí si investigamos en nostros mismos un poco? Se aprecia que cuando yo me siento libre y sin presiones haciendo algo, este "sentir" sólo expresa la capacidad de mi consciencia de ponderar, ver y juzgar la acción que realizo. Pero no dice nada de la acción por sí misma. En este sentido, podríamos considerar que la consciencia es como alguien, que no es mi cuerpo, que mira qué hace mi cuerpo y luego va y me cuanta que es lo que ve que hace mi cuerpo y cómo lo ve.
En este sentido, pues, la consciencia sólo representa una cierta perspectiva y visión de lo que hacemos, y siempre se engaña al respecto porque no le queda otra ¡Siempre genera una interpretación de lo que percibe según sus fuerzas y capacidades! Y sobre este engaño e interpretación juzga lo que hacemos, y además la muy chula nos exige, condiciona y nos afecta. Asombra apreciar, de hecho, como en no poca gente la consciencia les juega muy malas pasadas... pq se la toman en serio.
Me voy mucho por los cerros de úbeda jajaja Sigo. Es verdad que entiendo que a nivel físico el concepto de libertad está muy bien definido: es el número de posibilidades que puede manifestar un sistema físico. Por ejemplo, el lanzamiento de un dado tiene 6 grados de libertad porque pueden darse, además de forma equiprobable, las 6 caras del dado.
ResponderEliminarDde hecho, de aquí surge una de las ideas más potentes con la que actualmente concebimos el mundo fisico. El de entropía. La entropía es, precisamente, el número de grados de libertad de un sistema, es decir, el nº de posibilidades de un sistema.
Cuantos más grados de libertad tiene un sistema mayor es su entropía, porque mayor es el número de posibilidades del sistema. Pero aquí hay un tema que tocas y resulta crucial: si yo lanzo un dado este tiene 6 posibilidades: que salga un punto, dos, tres, cuatro, cinco o seis. ¿Qué hace que el dado termine mostrando una de las seis posibilidades? ¿El dado ha escogido esa cara en concreto a través de una voluntad secreta que imaginamos que existe pero no hay forma de corroborar?
El otro día leía precisamente sobre este tema y me quedé muy loco al ver que los físicos llaman al azar "libre albedrío". Lo leía aquí: https://francis.naukas.com/2019/03/03/el-libre-albedrio-en-los-experimentos-cuanticos-de-tipo-bell/. Cuando al lanzar un dado sale una cara lo hace por azar, no hay una causa determinada, y como no hay una causa no hay nada que haya forzado al dado a que saliera con esa cara y no otra. ¿Significa eso que el dado decide por sí mismo? No, sólo que no hay causalidad ni necesidad.
Aquí los físicos, como siempre, cogen una palabra famosa de la filosofia y la tergiversan a su modo para explicar de forma chusca y no matemática lo que observan.
La gran cuestión, pero, es: cuando yo soy consciente de elegir una opción sobre otra, es realmente mi consciencia la causa de la elección y por tanto, la responsable? Es más ¿Yo soy realmente mi consciencia, como defendía Descartes, o ésta es más bien una especie de cuñado que vive en mi mientras se pasa el día observándome como si estuviera en la barra del bar emitiendo juicios en base a lo que mira en la tele?
Hay muchos experimentos que niegan esta causalidad entre la consciencia y nuestras acciones. Como el de Liebet. Precisamente en este artículo que he linkado lo cuentan para marcar las diferencias entre el término "libre albedrío" empleado en filosofia/psicologia y el que emplean los físicos cuando hablan de sistemas aleatorios.
ah, luego está este documental de Puntset que tratan el tema. Es didáctico: https://www.youtube.com/watch?v=79-afiY8btQ
ResponderEliminar¡Caramba, esta réplica tuya es un artículo en sí misma! Y además me gusta porque tratas el tema desde la física, la psicología y la filosofía. Es una exposición rica y detallada que aporta mucho material al tema. Tanto, que temo que acabe mezclando algunas cosas.
ResponderEliminarPor lo que respecta a la física, en este momento no me siento capaz de responder. Me apasiona seguir las abigarradas disquisiciones de los físicos: aunque a menudo no las entienda del todo, siempre me parecen fantásticas y hasta poéticas. Me hacen presentir un universo misterioso y paradójico. La idea de entropía, por ejemplo, sugiere un sinfín de reflexiones: el orden desmenuzándose hacia el caos, como una lluvia fina (que discurre a través del número de posibilidades, según explicas). En definitiva, admito que necesitaría tiempo para profundizar en ellas. ¡Prometo hacerlo!
De lo que sí me siento capaz de hablar con una cierta coherencia (acierte o no) es sobre psicología, conciencia, libertad y Sartre. Aquí va mi réplica (que quería breve y me ha salido un poco larga...).
1. La conciencia es un TESTIGO. Un simple escribano que toma nota. Legado magnífico y terrible que nos ha dejado la evolución y que ha hecho de nosotros lo que somos (con sus luces y sus sombras), porque nos eleva a un plano superior al mero acontecer, nos permite identificar, evaluar y memorizar. Pero esa capacidad, vaya por dios, resulta que no tiene ninguna garantía de acierto. La conciencia construye la realidad según sus parámetros, no según la realidad misma. Es el cuñado impertinente del que hablas con tanta gracia. Mi testigo me explica esto y lo otro, pero él siempre queda por explicar. Ah, y él no toma ninguna decisión, solo faltaría; sus criterios son puramente perceptivos. Yo le tengo respeto a mi conciencia, es un excelente copiloto en el coche, me describe los paisajes y cómo conduzco, hasta me recuerda las normas de tráfico, pero no le cedería el volante ni por asomo.
2. El que va al volante es la VOLUNTAD. En realidad, no tengo ni idea de quién es, ni de dónde ha salido, ni cómo se sacó el carné de conducir; puede que sea un farsante. Pero resulta que me identifico con ese farsante, lo siento (subrayo "siento", pues estoy hablando de una experiencia subjetiva) como "yo". Eso es casi lo único que sé de él. Sé también que el pobre hace lo que puede dentro de sus limitaciones (unas limitaciones que le vienen de la fábrica de la evolución, de la biología, del aprendizaje, de su historia...). A menudo mete la pata, lo sé porque nos hemos estampado con más de un árbol. Pero, en fin, no tengo otro conductor, porque soy yo y no otro el que ocupa el asiento, así que no tengo más remedio que dejarle -dejarme- hacer.
EL cristianismo primitivo, profundamente platónico, heredó del griego la idea de que el alma o la consciencia estaba aprisionada dentro del cuerpo e intentaba conducirlo, como si la consciencia fuera el capitán de un navío (el cuerpo); las más de las veces sin éxito.
ResponderEliminarSan Agustín cuenta, en este sentido, que la consciencia/alma es algo muy distinto al cuerpo pero que, por accidente, habita en el cuerpo. Y dado que consciencia y cuerpo son dos cosas distintas, ello implicaría que el alma puede actuar de forma independiente del cuerpo y por ende, de cuanto ocurre en el mundo físico y le afecta al cuerpo.
Según esta teología, pues, el alma es potencialmente libre para tomar decisiones por sí misma (libre albedrío), sin que nada le afecte, dado que en esencia es algo distinto al cuerpo (mundo físico); lo que ocurre es que muchas veces el alma sí se ve arrastrada por las circunstancias corporales, es decir los deseos y necesidades corporales; que San Agustín llama "la mala voluntad". Pero Dios, esgrime el cristiano, nos ha hecho libres para que seamos nosotros que decidamos qué es coger: si la buena voluntad o la mala. Pues tenemos el poder y la responsabilidad de hacerlo.
Descartes, como te comentaba, hace algo muy interesante. Toma los dogmas o tesis de San Agustín, veneradas por todos los teólogos de las universidades europeas de su tiempo y las usas para estructurar su metafísica. Sin embargo, con gran sutileza e inteligencia, los tergiversa por completo para plantear una filosófica muy distinta. Así fue como se saltó la censura teológica y transformó el cristianismo antiguo en la ilustración.
¿Qué hace Descartes? Reconoce que el ser humano, como ya decía San Agustín y Platón, es la unión entre cuerpo y consciencia/alma, que son dos cosas (substancias) distintas e independientes. El cuerpo se estructura sobre propiedades extensas (espaciotiempo), mientras que el alma sobre propiedades inextensas.
Pero llegado aquí descartes introduce una bomba para el pensamiento cristiano antiguo. Dice: si cuerpo y consciencia son dos cosas distintas no pueden afectarse causalmente una a otra. Es decir, la consciencia no puede actuar sobre el cuerpo y el cuerpo no puede actuar sobre la consciencia ¡La consciencia no puede dictar ordenes al cuerpo! Y en efecto, el francés deja explícito que esta unión entre alma/cuerpo no debe pensarse a lo platónico: como si el alma fuera el capitán de un navío que intenta conducirlo (el cuerpo).
Lo que introduce aquí Descartes, como ya e dicho, rompe con los dogmas cristianos antiguos. Dice: cabe entender consciencia y cuerpo como dos caras de una misma moneda: no hay relación causal alguna entre alma y cuerpo, sino que cuanto sucede en la consciencia es un reflejo de cuanto sucede en el cuerpo, pero de otro modo. Y ahora viene lo bueno:
Está claro ya en San Agustín que todo cuento sucede en el mundo físico o corporal anda sujeto al determinismo más estricto regulado por el principio de causalidad. Descartes sigue defendiendo esta misma idea, pero la amplia a través del principio de razón suficiente: no hay nada que no exista sin una razón de ser. Por tanto, según el francés, nada es porque sí, libremente, sino que todo cuanto existe tiene una razón que determina que sea así y no de otra forma.
Así pues, siendo cuanto hace el alma un reflejo del cuerpo, si el cuerpo anda completamente determinado por el principio de causalidad lo mismo ocurrirá con el alma: -La consciencia no toma decisiones de forma libre, sino que siempre las toma por alguna razón, alguna causa, algún motivo- Dice Descartes. Lo que ocurre, añade el francés, es que nuestra razón es tan limitada, pobrecilla, que muchas veces la razón de haber tomado una decisión no ha sido algo razonado, sino un puro deseo (la voluntad, que en nosotros es infinita dice) y por consiguiente, nos equivocamos.
ResponderEliminarEn seguida le cayeron un montón de palos a Descartes por este planteamiento anti san Agustín. Se carga el libre albedrío, la responsabilidad personal y se toma el ser humano como una pura máquina cuyo comportamiento se desprende de una serie de razones, causas o motivos.
Sin embargo, Descartes iluminó a muchos, como Spinoza; quien coge los puntos débiles del planteamiento cartesiano e intenta arreglarlos. Por ejemplo, elimina la idea de que alma y cuerpo sean, en esencia, dos cosas distintas, y directamente lo plantea como dos maneras distintas que tiene una misma cosa de manifestarse. Por eso me hace gracia leer a gente como el neurobiólogo Antonio Damasio criticar a Descartes, mientras alaba a Spinoza ¡Cuando ambos defendían prácticamente lo mismo! Lo que ocurre es que Spinoza logró explicarlo de una forma mucho más rigurosa. https://www.amazon.es/En-busca-Spinoza-Neurobiolog%C3%ADa-sentimientos/dp/8423344975
Así pues, a partir del s.xvii tenemos en Europa dos corrientes psicológicas principales: la del antiguo cristianismo, que defiende la responsabilidad individual, el libre albedrío, la del cuñado dando órdenes al cuerpo para labrarse un camino en la vida, y la determinista o fatalista, que defiende que todo tiene una razón de ser y el alma y cuerpo son, en esencia, lo mismo, pero vistos des de dos perspectivas distintas. Es decir: el cristianismo defiende que cada uno puede ser amo y señor de sus decisiones y de su vida, mientras que la modernidad defiende el fatalismo.
¿Sartre qué hace? De algún modo Sartre es un retroceder al cristianismo primitivo, al libre albedrío, al sueño de poder conducir nuestra vida más allá de las circunstancias, dado que según el francés, el ser precede a la existencia. Es decir, primero somos y luego nos vamos determinando y configurando, y es responsabilidad nuestra dirigir esta construcción vital hacia un destino u otro. Y supongo que esto es lo que atrae de Sartre a tanta gente. Pero parece ser una completa mentira cuando se pone un poco a prueba esta idea. ¿Pero por qué poner a prueba una idea que nos atrae y gusta si podemos simplemente creerla? Eh aquí el eterno dilema del conocimiento...
Personalmente, por experiencia y quizás carácter, soy fatalista y no creo que existan dos sustancias, mientras que el cuerpo lo dirige todo según sean sus fuerzas. Y ha sido el cuerpo quien se ha creado, como un herramienta suya, la consciencia. Una herramienta que aún es muy tosca, llena de errores y fallos, pero que nos ha permitido hacer muchas cosas para bien y para mal; depende de como lo juzguemos.
Feliz año!
Una exposición admirable, pedagógica y documentada. Si no eres profesor de filosofía, desde luego no te falta ni formación ni competencia. Todo mi respeto, lo digo con la mayor seriedad. Además, se nota que has reflexionado a fondo sobre el tema de la libertad (de hecho, recuerdo intervenciones anteriores al respecto).
ResponderEliminarTe he leído con atención y te sigo sin apenas disentimiento en el desarrollo histórico sobre el dichoso libre albedrío, que tantas polémicas ha suscitado. Aciertas de lleno al señalar que el principal artífice de estas enconadas discusiones fue el cristianismo (y más en particular la Iglesia católica), para el cual la libertad individual resulta un dogma central. Solo la libre elección de lo "malo" puede convertirnos en pecadores, y, ¿qué sería de la religión sin el pecado?
Al cristianismo le vino de perlas la filosofía de Platón, con su planteamiento dualista del universo y del ser humano. Este queda reducido a mero pecador (torpe, débil, confundido, mísero a la hora de elegir) que solo encontrará el camino de acceso al mundo perfecto plegándose a la guía sabia y sacrosanta de la Iglesia. Precisamente para emanciparlo del poder eclesiástico, Lutero y sus sagaces compinches torpedearon al catolicismo en esa idea clave, defendiendo la idea de predestinación, que viene a ser un determinismo basado en la voluntad de Dios. Así que, muchachos, no tenéis nada que hacer: solo Dios decide si estáis salvados o no, la Iglesia es una pantomima y de lo que se trata es de hacer caso a la autoridad terrenal, y mientras tanto rogar a Dios que sea benévolo, llevar una vida lo más recta (¡pero también lucrativa!) posible, y a ver si hay suerte y acertáis con el destino que se os tiene reservado.
Con todos los respetos a las creencias de cada cual (pues sobre creencias no discuto), toda esta polémica siempre me ha parecido un galimatías indescifrable. Por el lado católico, tenemos un ser humano supuestamente libre pero inclinado por naturaleza al pecado. Por el lado protestante, el ser humano está predestinado pero justamente por eso tiene que comportarse con la mayor rectitud, como el negociante que se muestra honesto con la esperanza de endosar mejor su producto. Menos mal que vinieron los ilustrados a invocar la dignidad del hombre y la guía de la razón.
Claro que, mientras no dieron el paso de distanciarse por completo de la religión (y hacerlo era peligroso), su buena voluntad siguió enzarzándose en nuevos enredos mentales. Tú lo retratas muy bien al comentar a Descartes, entrampado en su esfuerzo por preservar el alma separándola estrictamente del cuerpo. Una alma libre que no puede ejercer y un cuerpo condicionado que no puede decidir: ¡pobre sujeto cartesiano! Spinoza fue más coherente: almas, cuerpos y el mundo entero mezclados en una sola entidad divina ante cuyo determinismo no hay libertad que valga. El universo de Spinoza es apasionante: un caos ordenado de fuerzas que compiten, chocan, se crean y se destruyen sin más voluntad que la propia existencia.
ResponderEliminarBrillante salvo por un detalle: si estoy condicionado para luchar y perseverar, y dispongo de conciencia y raciocinio y de una personal vivencia emocional (no soy un mero autómata cartesiano), ese sujeto que me siento ser y deambular por el mundo no tiene más remedio que elegir sus pasos, y para hacerlo debe estipular un criterio, si no sobre lo "bueno y lo malo", sí al menos sobre lo deseable y lo indeseable (puesto que he sido dotado de deseo). Dicho de otro modo: por determinado que me encuentre (y lo estoy hasta el punto de que ni siquiera he elegido quién y cómo soy), a mí me corresponde desplegar esa determinación, y la realidad (en cierto modo desoladora) es que puedo hacerlo por muchos caminos y de muchas maneras (no infinitas, tal vez muy restringidas, pero en cualquier caso diversas). La máquina del universo ha puesto el mundo, el mapa y hasta el viajero, pero es a este a quien le toca recorrerlo.
Honestamente, no creo que Sartre quisiera revivir la teología agustiniana al considerar que la existencia precede a la esencia. Yo entiendo que solo quiso decir: el ser humano, por condicionado que esté, no tiene más remedio que decidir cómo da cada paso; o sea, qué versión de sí mismo va perfilando al actuar, por constreñido que se encuentre por las leyes del universo. "El hombre es lo que hace con lo que hicieron de él". O, en palabras de Viktor Frankl: "El hombre es el ser que decide lo que es". Esa es mi experiencia, eso es lo que vivo cada día, esa es la "tarea", como decía Ortega, a la que me entrego. Nada de lo que tengo lo he hecho yo, ni siquiera yo mismo; vivo en la prisión del mundo tal como es, pero cada vez que actúo ese condicionamiento, elijo. Esos son mis "grados de libertad", y detrás de ellos hay una voluntad (constreñida, rudimentaria, vacilante, pero que siento muy real) que los recorre y sabe que lo hace y se esfuerza por hacerlo de una manera concreta.
No sé si soy libre, sé que no soy plenamente libre, pero me experimento como libre cuando actúo. Y eso, desde el punto de vista ético, lo cambia todo. Para empezar, me hace responsable, ante mí mismo y ante los demás. ¿Será mi libertad una convención humana, como la ética misma? Tal vez, pero, en cualquier caso, me la encuentro a cada paso que doy.
¡Menuda disertación! Agotadora y apasionante. Gracias por dedicarle tu tiempo y tu lúcida discrepancia. ¡Feliz año nuevo para seguir debatiendo!
¡Caramba, cómo ha dado de sí el tema! La verdad es que lo merece. Por algo lleva siglos a cuestas.
ResponderEliminarEn este comentario me gusta especialmente el aire poético y las buenas imágenes que manejas. Me permito darles una respuesta, esta vez sí, breve y un poco impresionista.
"Somos olas de sensaciones e impulsos... nada más". Tal vez. Ignoro lo que soy. Pero esta ola tiene conciencia de sí misma, y aspira a hacer de sus impulsos algo digno. Ola pensante, ola que se escucha y que escucha y toma partido ante ello (desde el instinto, desde la razón, desde el cuerpo, yo qué sé...).
"Mis actos... adquieren una vida propia". Simpática metáfora, imagino a los actos dando vueltas por ahí... La imagen de la ola se adapta bien a la idea: al fin y al cabo, una ola empuja a otra, y el viento no sabe dónde romperán (¡ni qué romperán!). Pues sí, los actos nos abandonan, como los hijos, pero igual que ellos, no por eso dejamos de ser nosotros sus causantes. La infinita carambola que provoco en cada movimiento hace aún más dramática mi paternidad sobre él, me siento aún más urgido a no actuar a la ligera. Tengo que ser prudente al elegir.
Porque, bueno, claro que puedo "olvidarme e ir a otra cosa", pero hay cosas que no se pueden olvidar. O no se debe. O no tenemos derecho. Aunque vengan de un impulso o se supongan condicionadas por cualquier determinismo.
Escucharé el mar, pero el timón lo llevo yo (o no, y eso es también una decisión).
¡Saludos!
Saludos :)
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