No hay que vivir con miedo, pero sería estúpido desdeñar los peligros. Cada situación encierra sus amenazas, explícitas o potenciales; y en toda persona, dadas determinadas circunstancias, podríamos tener un enemigo.
Una alerta permanente que acechara todos los peligros posibles resultaría insoportable, una cautela obsesiva sería peligrosa en sí misma. Pero existen amenazas y existen enemigos, y hay que contar con ellos.
Aristóteles nos diría que el camino medio entre la cobardía y la temeridad se llama valor, y es una virtud. Muy unida a aquel está la prudencia, que se sitúa entre la ingenuidad y la suspicacia. El mundo no conspira contra nosotros ―de hecho, le importamos más bien poco―; pero es una fuerza ciega que sigue su propio designio, y que, si pretendemos someterla, se nos llevará por delante.
Todos somos ignorantes y mortales: por muchos dones que acaparemos, por bien pertrechados que estemos, jamás seremos del todo invulnerables. La creencia en la invulnerabilidad es propia de lo que los griegos llamaban hibris, la arrogancia del que se siente invencible. Para los griegos, la hibris siempre acababa mal, porque ofendía a los dioses. No necesitamos dioses para comprender que la imprudencia es la vía más segura para acabar aplastados por gigantes.

Una de las cosas que me llevó a reflexionar de Montaigne cuando lo leí por primera vez, siendo yo bastante joven, fue cuando explica que gran parte de los miedos humanos son fruto de nuestra imaginación, madre de nuestra expectativas.
ResponderEliminarY sobre la prudencia... a veces pienso que es un atributo un poco ad post; es decir, pensamos que hemos actuado con prudencia una vez vemos los resultados de nuestras acciones. Antes de los resultados, es difícil adivinar cuál podrá ser la acción a medida que requerirá una situación. Pues nunca conocemos de forma completa y cabal todo lo que configura una situación.
El propio Aristóteles se iba por las ramas cuando procuraba perfilar con más detalle su famoso camino medio. Lo confiaba al criterio "prudente" (phronesis) de cada uno, lo cual no es decir mucho. Recuerda aquello que gritaban los capitanes cuando el navío hacía agua sin remedio: sálvese quien pueda. Y luego pretendía dar un paso más considerando que la centinela de la prudencia es la razón. Como si no hubiera tantas razones, casi todas ellas irracionales...
EliminarLa realidad apunta más bien a que estamos solos e inermes frente a los envites del mundo, sin un firme punto de apoyo (el cogito de Descartes, por ejemplo, se nos escurre entre los dedos en cuanto intentamos asirlo) ni una brújula certera. Pero no nos damos por vencidos: en medio de esa incertidumbre, procuramos esclarecer lo mejor y a veces nos atrevemos a seguirlo, aunque no sepamos muy bien adónde nos lleva.
Somos patéticas, espléndidas criaturas del intento, y en el intento -tantas veces falaz- empieza y termina nuestra cuestionable grandeza. Porque el intento convierte la impotencia en oportunidad, y la ignorancia en valor. Por ese camino pedregoso nos inspira, a ratos, aquella frágil claridad del juicio que es la prudencia.
Me has hecho sonreír con lo que escribes...
ResponderEliminarPor lo pronto, me da la sensación de que la prudencia es un poco, ya no nuestra razón y capacidad de comprender cómo son en realidad las cosas, sino nuestra capacidad de simular y disimular, de engañar e, incluso, doblepensar.
Es decir, de algún modo me da la impresión que ser prudente es no decir todo lo que sabemos y pensamos; no mostrarnos tal y como somos de ordinario o, al menos, no exponer simplonamente y sin más nuestras emociones y sentimientos más fuertes y dominantes.
En fin, se me antoja que ser prudente sería, más bien, un aprender a camuflarnos un poco, a mimetizar el entorno y las circunstancias, por si acaso aquello que consideramos de primeras benigno y amigable se vuelve en contra.
También yo sonrío... Sí, ser prudente se parece mucho a ser pícaro. ¿Hay mayor prudencia que la astucia? Una vida soportable entre los otros conlleva mucho de farsa. Hay verdaderos maestros que nos lo enseñan cada día. Y, como creo que dijiste tú alguna vez, si no fuera por eso quizá acabaría habiendo asesinatos o suicidios en masa. Creo que mi artículo se queda corto.
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