sábado, 11 de marzo de 2023

Emoción y lógica

Queremos ante todo emocionarnos.
Nos despierta, nos capta la atención, nos seduce y nos transforma únicamente aquello que nos emociona. La estética precede a la lógica, o más bien predomina sobre ella.


Cuando aprendemos es porque algo nos emociona. Incluso al esgrimir argumentos, el que persuade es el que conmueve. Las cinco vías de Tomás de Aquino, pongamos por caso, «demuestran» la existencia de Dios solo a quien se estremece con su elegancia (y, de hecho, ya cree, o anhela creer). «Puesto que las causas no pueden prolongarse hasta el infinito, tiene que haber una última causa no causada; eso es Dios». La causa no causada podría ser el universo mismo, que se recrea a cada instante; tal vez la propia idea de causa sea errónea. Tomás no demuestra nada, pero me deslumbra con la elegancia de su razonamiento, sobre todo si estoy predispuesto a ello. Lo que vence en el convencer es la seducción, el impacto de emocionarnos. 

Una vida pobre de ideas no solo es soportable, para muchos es incluso saludable. Las ideas nos confunden, crean más dudas de las que resuelven; a menudo aburren. En cambio, nadie aguantaría una vida sin emoción; su caos y su dolor quedan compensados por la belleza. Las razones se olvidan, las pasiones perduran.

3 comentarios:

  1. Hay otro argumento análogo de este que me tiene un poco turbado, a ver que piensas tu: si el universo hubiera surgido en un pasado infinitamente remoto entonces para llegar a ser "ahora" habría precisado haber tardado un tiempo infinito, con lo cual parece imposible ¡El infinito no puede ser una distancia a recorrer!

    Conclusión, no puede haber existido un pasado infinito, sino que en algún momento concreto debería de haber existido un inicio. Sin embargo, ¿de dónde habría surgido si antes del universo no había nada? Por tanto, cabe preguntarse: ¿es posible que el universo hubiera ya transcurrido un tiempo infinito?

    Hay quien dice que tiene respuesta para esta paradoja temporal, pero la desconozco.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me temo, amigo mío, que no podré aportarte mucho: los infinitos no se me dan muy bien. Pero aquí estamos para hablar de lo que no sabemos.

      El tiempo es paradójico en sí mismo, como concepto y como fenómeno. Tomás de Aquino preguntaría a nuestros físicos, escéptico, qué había antes del Big Bang, de dónde salió aquella dichosa partícula en la que estaba todo concentrado (¿hay quien entienda eso?) y a la que un día (¿por qué?) le dio por estallar.

      ¿Cómo no turbarse con el vértigo de esos pensamientos? Nos toca vivir con ese vértigo... y con tantos otros. Bien mirados, tienen un punto entretenido y poético.

      Eliminar
  2. Sobre lo de antes del Big Bang la respuesta que se da, y a nivel lógico es impecable, es que la naturaleza no se rige en última instancia por la causalidad sino por el azar, es decir el "juego sin razón" de las posibilidades.

    Te paso el link a una conferencia de hace ya unos años donde el astrofísico Lawrence Krauss comenta como actualmente los astrofísicos solventan conceptualmente la antigua paradoja causal de Aquino. Aunque es en inglés tiene subtítulos. Es ameno (casi no hay fórmulas), pq Krauss es un muy buen divulgador, aunque necesitas de un poco de tiempo libre porque no es corto. Como curiosidad vale la pena: https://www.youtube.com/watch?v=Fs_MwYZHm7g&t=1341s

    ResponderEliminar