El silencio se colma de verdades: las verdades quietas que, como un poso, quedan en el fondo de cada instante. Cuando dejo de atiborrarlo todo de mí mismo, aparece el mundo como es: radiante y terrible. Cuando dejo de hablar, al fin puedo escuchar.
El pensamiento, que es palabra, da hermosos frutos. No digo que no haya verdad en sus asertos, pero sus razonamientos son más bellos que verdaderos. Las palabras solo tratan sobre palabras: las cosas están en otro sitio, calladas y expectantes. Hay algo más profundo y más serio: el latido del mundo que resuena cuando las palabras callan, como el rumor del bosque cuando nos quedamos quietos. La mera presencia.
La meditación ayuda a descubrir el silencio, a descansar del zumbido de la voluntad, que siempre insiste, que nunca se detiene porque sin agitación no es nada. La meditación es como despertar de un embotamiento de ruido y contemplar el puro existir: inquietante, desconcertante, hueco como un pozo sin fondo. La meditación trata al pensamiento como lo que es: una melodía que se va apagando en cuanto suena, como se desvanecen nuestros pasos una vez los hemos dado. Los pájaros cantan y nosotros pensamos. Todo acontece por sí mismo, poniéndole forma al vacío infinito.

Parece como si acabaras de leer a Schopenhauer jajaja
ResponderEliminarProcuro mantener siempre cerca a Schopenhauer, desde luego. Pero por lo que respecta a la meditación (el silencio frente a la palabra), mis fuentes son algunos textos budistas y, sobre todo, mi propia práctica zen durante algunos años. No he pasado por mejor terapia.
EliminarPor alguna razón, volví a la filosofía (o sea, a la palabra), y desde entonces no he tenido paciencia para regresar al silencio. Tengo la esperanza de que toda esta cháchara en la que me enredo sea, en el fondo, mi manera de meditar...
Ah... bueno, a fin de cuentas Schopenhauer fue el budista (asceta) occidental; no tanto por como vivió sino por lo que defendió con su pensamiento.
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