Comte-Sponville tiene razón: no hay más felicidad que la que disfruta de lo que tenemos aquí y ahora. Lo postulan también Epicuro, Séneca o el budismo. La felicidad, sea lo que fuere y hasta donde pueda ser, es la celebración del presente y la desestimación del futuro.
Sin embargo, hay algo en ese luminoso principio que no acaba de avenirse con nuestra naturaleza. Quien puede prescindir del futuro es porque lo tiene asegurado y compuesto, conquistado o perdido; porque puede proyectarse hacia él con una relativa certeza. Sabe ―con una certidumbre razonable― que comerá, que será amado o que continuará cultivando el nirvana. Puede prever a qué dedicará su tiempo, a qué tarea se entregará, qué rituales marcarán sus días.
La sabiduría del presente, pues, le sirve a quien ya no tiene un proyecto que fundar: al hombre maduro. La sabiduría es un lujo de los viejos: los jóvenes aún tienen todas las preguntas por responder y todas las batallas por librar. Tienen que ser héroes, fundar imperios, sufrir derrotas: el futuro les pertenece, y a cambio ellos le pertenecen a él. Remitirlos al presente es cercenarles el sentido, que es un eco del porvenir. La juventud solo es feliz mientras tiene sueños locos e inquietudes febriles. No quiere descanso, sino anhelo, lucha, expectación.
Ya hace tiempo que tengo claro que la sabiduría, a diferencia de la información o el conocimiento, es un saber tomar buenas decisiones; aunque sea en cuestiones muy ordinarias y caseras.
ResponderEliminarEn tal sentido, entiendo que la sabiduría empieza a aprenderse, y a demostrarse, ya desde niños, aunque a un nivel para niños.
Otra cosa, es luego, discutir si realmente existen las buenas decisiones... hecho que nos lleva a dudar de que haya realmente sabiduría posible. Pero ese es otro tema.
El término sabiduría es como un imán, que lo acapara todo allá donde aparece. Tanto poder la hace sospechosa. Comte-Sponville dice en algún sitio que no hay sabiduría, solo hay sabios, y ninguno de ellos cree en la sabiduría. Nada que objetar a tus observaciones.
EliminarAquí lo que me interesaba era el ascendente del futuro sobre los jóvenes, cómo se entromete a cada instante en su presente y los aleja de él (desde que lo descubren: los niños aún lo ignoran, por suerte). Esa expectación los llena de ilusión y motivación, pero también de desasosiego. En cualquier caso, me temo que es lo que les toca. Que sufran y sobre todo disfruten esa fuerza. Con la edad, el futuro se adelgaza y la fuerza mengua, y entonces uno va acostumbrándose a revalorizar la prioridad del presente.
Conclusión: si existe la sabiduría, cada tiempo tiene la suya.