martes, 14 de noviembre de 2023

El arte del tiempo libre

Los días de trabajo son extenuantes por sí mismos: están hechos de esfuerzo.
El verdadero desafío llega en el tiempo libre.

Entonces tenemos que administrar otro tipo de exceso ―el de las posibilidades―, de tarea ―la de elegir― y de limitación ―la escasez del tiempo―. 

Los días laborables, esos que tenían razón según Gil de Biedma, nos encarrilan sin disimulo en su circuito del deber. Instauran en qué pensar y por qué luchar. Los días laborables ya tienen dispuestas las vías para el viaje: nuestra voluntad se ciñe a impulsarnos por ellas hacia delante. No hay mucho margen para elegir, lo que corresponde ante todo es hacer, que es el cansancio de lo externo, la misión de la productividad. 

El tiempo libre trae la vastedad de lo posible, donde hay que lidiar con el bullicio de los deseos. Nos toca hacernos cargo de ellos en primera persona. Deseos que a menudo son contradictorios, pues querríamos descansar pero también disfrutar, retirarnos pero también recorrer las amplitudes que nos veda lo cotidiano. Allí se puede dejar pasar el tiempo, aquí hay que administrarlo, y eso le da más peso a cada minuto y más gravedad a cada decisión. No es extraño que en los días festivos afloren inquietudes y pesadumbres que el trabajo mantenía latentes. El arte de la libertad es laborioso.

3 comentarios:

  1. No sé quien decía que trabajar más de 4 horas diarias era de esclavos. QUe la gente libre no trabaja, sino que se dedica a sus asuntos personales.

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    1. El trabajo esclavo, alienado, es un mal objetivo, qué duda cabe. Pero librarnos de él no nos hace automáticamente libres. El ocio plantea sus propios desafíos (con uno mismo y con el poder, que busca sin cesar maneras de manipularlo).

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  2. La mayoría de la gente le abruma el ocio. Aprender a aburrirse cuesta

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