Lo escuché por vez primera en un disco de Nuevo mester de juglaría, allá en la adolescencia, cuando rastreaba unas señas de identidad que no me cayeran impuestas.
¿Cuántas veces perdemos el ánimo y la salud insistiendo por caminos imposibles? ¿Cuántas nos obstinamos en algo que no nos sale, en alguien que no nos quiere, simplemente porque nos hemos obcecado en ese deseo como si no hubiera otro, en lugar de guardar nuestras fuerzas para la tierra fértil?
Las calles, que me alegran cuando salgo, suelen dejarme también un poso de disgusto. Se me hacen territorios inhóspitos y sucios. Lugares de paso de gente ensimismada y de alivio para perros.
Un libro del perspicaz psicólogo Eric Berne se tituló: ¿Qué dice usted después de decir hola?La obra no trata, obviamente, tanto de lo que hablamos como de lo que damos a entender.